Camaradas:
El fascismo, silente e insidioso, halla resquicios para
colarse incluso allí donde los buenos hábitos, costumbres e higiene democrática
progresistas brillan resplandecientes.
Un brutal ramalazo inquisitorial y neofranquista se produjo
recientemente en uno de los clubes de fútbol que por su señorío, su respeto a
los símbolos de sus adversarios (mientras no vengan del territorio aún conocido
por España) y su continuada lucha contra las dictaduras (la medalla de oro a
Franco era un artefacto explosivo camuflado que, por fallos ajenos a la
voluntad de sus fabricantes, nunca llegó a explotar), se ha convertido en un
referente del progresismo patrio.
Inmerso este club en período electoral, esperando a que el
camarada indigenista Laportovich designe a quienes deben contar los votos (ya
sabéis todos que eso verdaderamente es lo que cuenta), no ha habido mejor
ocurrencia que celebrar las elecciones el día 18 de julio, el del tristemente
conocido como “Alzamiento Nacional”.
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